Seis meses en la distopía neoliberal

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Canibalismo social frente al apoyo mutuo y la resistencia en Argentina

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En diciembre de 2023, Javier Milei llegó al poder en Argentina, introduciendo medidas radicales de desregulación y austeridad. Prometiendo aplastar a los movimientos sociales en nombre de un capitalismo salvaje, su administración está allanando el camino para un colapso social total y la aparición de la narcoviolencia a escala masiva. En el siguiente relato, nuestro corresponsal traza un vívido cuadro de las fuerzas y visiones rivales que se disputan el futuro de Argentina, culminando recientemente en los enfrentamientos del 12 de junio, cuando manifestantes militantes se enfrentaron a casi tres mil policías que rodeaban un congreso atrincherado.

Si te inspira lo que lees aca, considera la posibilidad de donar a La Cultura Del Barrio, un club social y deportivo antifascista de Buenos Aires que funciona desde hace mas de una década. La disparada de la inflación y la completa desregulación de la economía argentina han dificultado la conservación de los espacios comunitarios físicos precisamente en el momento en que más se necesitan. Si estás situado fuera de la crisis económica argentina, podes tener la oportunidad de ayudar a los que están alla en primera línea a sobrevivir al capitalismo salvaje y demostrar una alternativa real y existente.

El bloque antifascista, anarquista y autónomo durante la manifestación del 24 de marzo: “Contra la violencia del Estado-autodefensa popular”.

Instantáneas

A finales de enero de 2024, movimientos sociales, asambleas de barrio y organizaciones de izquierda se reúnen frente al Congreso para protestar contra el enorme paquete de reformas neoliberales que se está debatiendo en su interior. El estado responde con una movilización de miles de policías. Entre ellos, se puede ver a un agente paseando con un parche de la bandera Gadsen “Don’t Tread on Me” en el chaleco.

Al final de la tarde, aunque no ha ocurrido gran cosa, la policía circula de dos en dos en motocicletas, disparando balas de goma indiscriminadamente contra la multitud.

Un policía con una bandera de Gadsen frente al congreso en enero de 2024.


Unos días después, Sandra Pettovello, Ministra de “Capital Humano”, se niega a reunirse con las organizaciones sociales para discutir la entrega de ayuda alimentaria a miles de comedores populares. Siguiendo el ejemplo de María Antonieta, declara: “Si hay alguien que tenga hambre, me reuniré con él cara a cara”, pero sin la intermediación de las organizaciones sociales.

Al día siguiente, miles de personas aceptan su oferta y hacen cola ante su ministerio. Ella se niega a reunirse con ellos.

La cola en el centro de la ciudad se extiende a lo largo de 20 manzanas el día después de que la Ministra de Capital Humano declarara que recibiría a los hambrientos de forma individual.


A principios de marzo, Telam, la agencia pública de noticias, ha sido clausurada y cerrada. También es el caso del INADI, el instituto nacional contra la discriminación. Oleadas de despidos diezman casi todas las instituciones públicas, incluida la biblioteca nacional. Se habla de privatizar el banco nacional. Cuando l@s trabajadores/as se movilizan para defender las instituciones públicas y su lugar de trabajo, se encuentran con los edificios atrincherados y rodeados por policía antidisturbios. Los llamados activistas “libertarios” organizan un “photoshoot” para festejar los cierres y despidos.

Policías rodean el edificio cerrado de la agencia pública de noticias Telam.


Úrsula es entrevistada en directo por un reportero de uno de los canales progubernamentales. “Soy viuda, recibo un subsidio del gobierno y vivo con mi madre, que está jubilada”. Menciona que tiene tres hijas, una de los cuales está parada en la calle, con frío, a su lado, mientras la entrevistan. Dice que hace poco perdió su trabajo. Mientras explica que intentan sobrevivir vendiendo paquetes de pegatinas en la calle, rompe en llanto delante de su hija adolescente.

Minutos antes de la entrevista de Úrsula, habían entrevistado a otra mujer en la calle. “Tengo tres trabajos para llegar a fin de mes”. Ninguna de las dos mencionó las decisiones políticas y económicas que las han llevado a estas situaciones.


El costo de vida se ha disparado. La inflación está ahora “bajo control” -si es que se puede llamar “bajo control” a una tasa de inflación mensual del 9%- sólo porque la demanda del consumo se ha desplomado. El costo de los servicios públicos, los medicamentos y los alimentos básicos se ha disparado, con subas de precios de más del 100% en todas estas categorías. Al mismo tiempo, los contratos de alquiler se han desregulado completamente.

El resultado no es sorprendente. Al hundirse el valor real de los salarios, las ventas caen en picada. No sólo pierden su empleo los trabajadores públicos que los ultraliberales han estigmatizado como “parásitos que viven de la sociedad”. Las pequeñas empresas y fábricas están cerrando una tras otra. Durante el mes de mayo, se han cerrado 300.000 “cuentas nómina” -cuentas bancarias utilizadas exclusivamente para recibir los salarios mensuales-.

En una fábrica de la provincia de Catamarca, los trabajadores no se quedaron de brazos cruzados frente a la pérdida de su lugar de trabajo. Los 134 trabajadores de la fábrica textil Textilcom, sospechando que estaban a punto de cerrar, ocuparon la fábrica como acto de resistencia contra el cierre y como medida de fuerza para asegurarse de que no les robaran los salarios atrasados.

Sin embargo, incluso en este caso, los trabajadores que están emprendiendo acciones colectivas, ocupando una fábrica y sufriendo las consecuencias prácticas de la lógica del mercado capitalista, se empeñan en distanciarse de los desocupados, los empleados informales y los marginados que constituyen el grueso de los movimientos sociales. “No dependemos de las ayudas estatales, no queremos ayudas, no somos como los piqueteros”.


Un desconocido se cruza al presidente Milei en la calle, gritándole: “¡La gente no llega a fin de mes!”.

Milei responde: “Si la gente no llegara a fin de mes, estaría muriendo en las calles, así que eso es falso”.

Hasta la prensa progubernamental y la derecha califican su declaración de “despreciable”.


Al mismo tiempo, las organizaciones sociales dan la noticia de que el Ministerio de Capital Humano se ha estado negando a distribuir más de cinco mil toneladas de alimentos. Mientras el Ministerio ha estado acusando de extorsión a la vasta red de comedores populares gestionada por organizaciones sociales y alegando que una auditoría reveló que la mitad de los comedores populares no existen, todos esos alimentos han estado en sus almacenes, pudriéndose.

Un juez ordena al gobierno que empiece a distribuir los alimentos. En lugar de cumplirla, recurren la orden judicial.

Mientras tanto, el 49% del país vive en la pobreza, y el 11,9% de la población en la pobreza extrema, definida como “quienes no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias básicas.”

Manifestantes ante el lugar donde el Ministerio de Capital Humano retiene miles de toneladas de ayuda alimentaria.


Éstas son sólo algunas pinceladas de la enorme tragedia económica y social que se ha desencadenado en Argentina desde la llegada al poder del gobierno de Javier Milei. Sin ir mas lejos, las cuatro últimas son de principios de junio, cuando las tensiones se intensificaron antes del 12 de junio. A través del gobierno de Milei, la clase política neoliberal del pasado volvió a entrar a la estructura del poder, con un gabinete que representa el quién es quién de los ideólogos neoliberales responsables del último colapso económico de Argentina a principios de la década de 2000.

Las crecientes tasas de pobreza y la inflación descontrolada no empezaron con el gobierno de Milei. Ya existían, lo cual fue uno de los factores que contribuyeron al atractivo popular de Milei y a su triunfo electoral. Los fracasos del anterior gobierno kirchnerista de centro-izquierda se debieron a una concepción errónea de la naturaleza fundamental del capitalismo: los kirchneristas no reconocieron o no admitieron la imposibilidad de alcanzar una tregua duradera entre los intereses del mercado y el interés general de la sociedad. Sin embargo, el gobierno anterior entendía la sociedad como un todo conectado, al menos en principio, y consideraba la libertad como algo producido colectivamente. La fricción entre sus palabras y sus hechos allanó el camino para el experimento actual de capitalismo completamente desregulado.

Ahora, la sociedad argentina está a merced de gente que cree que la mano invisible del mercado resolverá todos los problemas, y de otros que fingen creerlo para obtener beneficios políticos. Estamos en manos de los seguidores más fanáticos de los ignotos economistas austriacos ultracapitalistas. Cuando sus fantasías teóricas se chocan con el mundo real, las consecuencias son inmediatas, precipitando una explosión de sufrimiento y miseria colectiva.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

La fantasía capitalista ultraliberal se choca con el mundo real

Era como ver a un nene aprendiendo en tiempo real durante su primera clase de economía. Esteban Trebucq, uno de los periodistas más pro-Milei del canal de noticias de derecha La Nación+, estaba hablando de la subida vertiginosa de las cuotas mensuales de las aseguradoras privadas de salud. En un lapso de cinco meses, las aseguradoras privadas subieron sus cuotas más de un 150%, una de las muchas consecuencias de la masiva orden ejecutiva de Milei que desregula amplios sectores de la economía argentina, incluida la “industria” de los seguros medicos.

“Hay ancianos, jubilados con presupuestos fijos”, decía Trebucq, “personas con enfermedades preexistentes, familias que ya no pueden pagar las cuotas y recaen en el sistema público”. Un sistema sanitario público que ya está sintiendo el impacto del mayor proyecto de austeridad de la historia -como le gusta jactarse a Milei- y que está mal equipado para gestionar la afluencia de decenas de miles de nuevos pacientes procedentes del sector privado. “Con los bienes y servicios inelásticos, las cosas que la gente necesita para sobrevivir, hay un desequilibrio de poder entre el que necesita el bien o servicio y el proveedor”.

Solo me acuerdo mirar atónito, sin poder creer cómo podía acercarse tanto y, sin embargo, estar tan lejos.

La orden ejecutiva de Milei por la que se derogaban más de cuarenta normativas y se flexibilizaban cientos más se anunció el pasado diciembre en directo por televisión, provocando inmediatamente movilizaciones espontáneas en muchos barrios de Buenos Aires, así como frente al Congreso. Fue un abuso flagrante de la autoridad presidencial: las órdenes ejecutivas están pensadas para responder a emergencias, no para crearlas. En esencia, Milei utilizó el Decreto de Necesidad y Urgencia para esquivar al Congreso e imponer unilateralmente una reforma constitucional. Desde entonces, la Cámara Baja del Congreso ha rechazado el decreto, pero sigue en vigor porque, debido a una modificación kirchnerista de 2005, los decretos deben ser rechazados por ambas Cámaras del Congreso para ser derogados.

Los cambios desreguladores expresan el neoliberalismo más extremo. La lógica que los subyace pretende que las relaciones sociales y comerciales se dan siempre entre iguales, y que cualquier intervención en interés de la sociedad en su conjunto sólo dará lugar a la ineficacia y a un mal servicio, obstaculizando la competencia y, por tanto, el crecimiento y la productividad. Según este razonamiento, las normativas para proteger a los pobres son la causa principal de la propia pobreza.

A sus ojos, los inquilinos que necesitan un techo y los propietarios de las viviendas están negociando en pie de igualdad. Tenes la libertad de pagar todo tu salario para tener un techo sobre tu cabeza, si eso es lo que los propietarios deciden cobrarte, o bien podes elegir libremente dormir bajo las estrellas. Los trabajadores que no tienen más remedio que vender su fuerza de trabajo para alimentar a sus familias no están siendo coaccionados por los capitalistas que controlan el mercado de la vivienda y los medios de producción. Ése es el razonamiento que Esteban Trebucq y sus colegas promueven.

Sin embargo, aquí estaba, en televisión, casi admitiendo que el mundo no funciona así.

Pero nunca conectó los puntos. Finalmente, el gobierno formuló la acusación formal, que se ha convertido en un asunto judicial, de que las compañías de seguros se constituyeron en un “cártel” de facto, conspirando para subir los precios uniformemente. ¡Por supuesto que lo hicieron! Eso es lo que siempre ocurre cuando una industria alcanza la fase de monopolio del desarrollo capitalista y se la deja explotar y extorsionar libremente.

La policía intenta sacar a un conductor de autobús despedido que se ha tirado debajo de un autobús en señal de protesta. “Sólo quiero alimentar a mi familia”.


La desregulación ha provocado una explosión de los costos de los servicios públicos y de los gastos básicos de la vida: aumentos de entre el 300% y el 400% en el transporte público, más del 100% en las facturas de gas y electricidad y en el costo del combustible, bastante más del 100% en el costo del arroz y el pan y otros productos básicos. Junto con las medidas de austeridad, esto ha desencadenado una recesión brutal, como demuestran las drásticas caídas del consumo en dos áreas con demanda inelástica: los alimentos básicos y los medicamentos.

Seis meses después de que la economía de fantasía ultracapitalista se encontrara con el mundo real, las consecuencias son que en Argentina mucha gente se queda sin medicinas y se salta comidas regularmente. En un país conocido como “el trigal del mundo”, una barra de pan cuesta lo mismo que en París. En un país donde los salarios medios son una décima parte de los de Europa, una taza de café cuesta lo mismo en Buenos Aires que en Madrid. En un país que procesa su propio petróleo y tiene una compañía petrolera pública, el combustible cuesta ahora lo mismo que en Estados Unidos. Argentina tiene ahora tanto el costo de vida más alto de América Latina como el salario mínimo más bajo.

El peso de la austeridad no lo está soportando la clase política, como prometió Milei, sino los trabajadores del país -tanto empleados como desempleados- y la clase media. Si se le da rienda suelta, la clase capitalista ha demostrado que su programa es simplemente la extracción máxima de riqueza de la clase productora.

Esto no nos sorprende. Los anarquistas advirtieron del engaño desde el principio, gritando a quien quisiera escuchar que no era casualidad que todos los oligarcas de Argentina se unieran detrás de este supuesto “rebelde”. El sueño eterno de los capitalistas es despojar al Estado de cualquier elemento que no funcione para permitirles acumular beneficios que maximicen la riqueza, devolviéndonos a las condiciones de finales del siglo XIX.

Su sueño es nuestra pesadilla. Sectores cada vez más amplios de la sociedad se dan cuenta de eso a medida que les toca vivirlo en carne propia. Precios europeos, salarios africanos, condiciones laborales del sudeste asiático.

“Somos la pesadilla de los que quieren robarnos nuestros sueños”


La Batalla de Ideas

Cuando es obvio para la gente común que están materialmente peor por donde se mire, ¿cómo es posible contener los disturbios y evitar un levantamiento general? Y lo que es aún más increíble, ¿cómo es posible que Milei siga manteniendo un apoyo popular en torno al 50%?

La respuesta es la ideología.

La ideología, unida al resentimiento, la distracción y la instrumentalización de pobres contra muy pobres.

Milei ha pasado mucho tiempo en el extranjero, concertando citas con personajes como Donald Trump, el líder español de extrema derecha de Vox, Santiago Abascal, el supremacista blanco Elon Musk y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Para los partidarios acérrimos de Milei, esto es una prueba de su popularidad como defensor del capitalismo, la libertad y los valores occidentales. Su base de incondicionales es similar a la de los seguidores de Donald Trump: son en su inmensa mayoría hombres, propensos a las teorías conspirativas, frustrados por las circunstancias de su vida y convencidos de que lo que consideran socialismo, extranjeros y la agenda de los woke son responsables de sus desgracias personales y de la crisis económica de Argentina en general. Siguen creyendo celosamente que hay que sufrir ahora para estar mejor mañana, que la recuperación económica en “V” es inminente.

Asimismo, el discurso sobre el aborto como asesinato y las referencias positivas a los militares y a la última dictadura son carne roja para los votantes de derecha de máyor edad y posición económica relativamente acomodada, que sienten la presión económica algo menos que otros sectores de la sociedad. Han aceptado a Milei -primero a regañadientes, y ahora con algo más de entusiasmo- tras la marginación política de una opción de derecha más moderada. De nuevo, esto recuerda a la forma en que Trump absorbió a grandes segmentos de la base conservadora tradicional en Estados Unidos.

Pero hay un conflicto ideológico más amplio en juego. Milei y los ultraliberales hacen referencia a ello constantemente. Los verdaderos creyentes dicen que quieren transformar la mentalidad básica de los argentinos y de la política argentina. Los de mentalidad pragmática entre la extrema derecha y la clase capitalista entienden que su mejor protección contra la propagación de la solidaridad entre las luchas y a través de la sociedad es abrir brechas entre los distintos sectores de la clase obrera, dividiendo a los que sufren la crisis económica en distinta medida y de distintas maneras.

Hay que enfrentar al trabajador público con el trabajador del sector privado de la economía formal. Hay que enfrentar al trabajador de la economía formal con el trabajador de la economía informal. Los que tienen trabajo, formal o no, tienen que mirar con desdén y desprecio a los desocupados que intentan sobrevivir por su cuenta o se organizan colectivamente para exigir los medios de supervivencia. Es especialmente importante demonizar a los que están desocupados, y encima son activos en organizaciones sociales… y además resulta que carecen de ciudadanía argentina.

Todos los días vemos cómo los medios de comunicación de derecha fomentan estas divisiones. El que tiene un pequeño comercio despotrica contra los vendedores ambulantes que no pagan impuestos y supuestamente “ni siquiera son de este país”. El oficinista le dice a la cámara que se alegra de que despidan a empleados públicos y cierren instituciones, ya que está convencido de que en Argentina existe una elevada presión fiscal sobre la empresa privada, creada por la necesidad de financiar al Estado, y que esto, y no la avaricia capitalista, es lo que impide que aumenten sus salarios. El taxista atascado en el tráfico mientras se impide a una movilización de trabajadores desocupados llegar a la residencia del presidente despotrica contra los vagos que no aportan a la economía y no dejan trabajar a los demás. Le indigna que esperen vivir de limosnas y que se haya perdido la “cultura del trabajo”. Más tarde, el mismo periodista irá de comercio en comercio, hablando con los dueños sobre lo graves que fueron las pérdidas en sus ingresos diarios creadas por la manifestación. Hemos de creer que los desocupados y las organizaciones sociales, los más vulnerables y pobres de Argentina, son los demonios que impiden que la economía argentina prospere.

La recesión está reduciendo las tasas de inflación, mientras que las tasas de desempleo se disparan. Durante los últimos años, las “oportunidades” de trabajo abundaban en Argentina, pero estaban mal pagadas; un empleo a menudo no bastaba para sobrevivir, y el valor real de los salarios disminuía constantemente frente a la inflación. La inflación golpea más duramente a los que menos ganan y es casi siempre un impuesto de facto sobre los pobres, pero sigue siendo un fenómeno indiscutiblemente colectivo, que ningún defensor de la economía de mercado puede achacar a los fallos personales de los individuos.

A medida que avanza la recesión y cambiamos una crisis por otra, la campaña ideológica que ha estado librando la clase capitalista se está poniendo de manifiesto. El desempleo se desarrolla como un drama personal. En el interior de miles de hogares de todo el país, se están produciendo muertes por mil cortes cada vez que alguien se sienta solo a pensar cómo llegará a fin de mes el mes que viene, o llega a casa para decirle a su pareja que tendrá que recurrir a trabajos ocasionales para mantener alimentados a los niños, o mientras se dirige, tímido y avergonzado, a un comedor popular por primera vez porque la heladera está vacía. Cada desocupado es bombardeado con propaganda que hace hincapié en que es culpa suya. Deberías trabajar más, si buscas de verdad encontrarás algo, deberías esforzarte más, lanzar un emprendimiento. El desempleo es un fracaso personal del que sólo vos sos responsable. Esa narrativa no es casual: es un dique de contención contra la propagación de la solidaridad y la resistencia.

Y como por ahora están ganando la batalla de las ideas, vemos ejemplos como el de los trabajadores de Textilcom mencionados anteriormente. Estos trabajadores participan en un modelo clásico de lucha obrera: ocupar una fábrica para defender sus intereses frente a los empresarios que los están despidiendo como consecuencia de las políticas de este gobierno. Sin embargo, incluso cuando ellos mismos están a punto de convertirse en desocupados, siguen considerando necesario distanciarse de los que actualmente están en esa situación. Con la esperanza de apelar a la buena voluntad de la sociedad, no se identifican con los que reciben un plan social, los piqueteros. Cuando se les pregunta por este gobierno y sus políticas, responden que “no les interesa la política”.

¿Cuánto tiempo puede aguantar el dique de contención?

La policía y la ideología trabajan mano a mano para reprimir la resistencia.


Es la tarde del 30 de mayo. La Nacion+ tiene un corresponsal en el tren Roca, una de las principales líneas ferroviarias de Buenos Aires, porque el tren circula a una velocidad máxima reducida de 30 kilómetros por hora como protesta de los trabajadores ferroviarios que exigen aumentos salariales, una medida parcial como preludio de una huelga de 24 horas el 4 de junio si no se llega a un acuerdo.

El periodista está entrevistando a l@s trabajador@s, con la clara esperanza de obtener respuestas al estilo de “Deberían protestar, pero sin complicar la vida a otros trabajadores” o “Yo gano la mitad que ellos y no me ves aca cortando calles”, o “Este es el problema de este país, la gente siempre protesta y no trabaja”. En cambio, una mujer de unos treinta años responde: “Me parece bien. Todo lo que se haga en defensa de los trabajadores está perfectamente bien. Por supuesto, nos afecta a todos, pero estoy a favor de todas las protestas contra las injusticias hacia los trabajadores.”

Él la presiona sobre la “inconveniencia de los retrasos”. Ella se mantiene firme. “Forma parte de lo que tenemos que pasar. Si no estamos todos unidos en la situación por la que estamos pasando, no hay salida. Todos somos trabajadores, y si un día yo estuviera en su situación, me gustaría que los demás también me apoyaran”. La siguiente persona, un chico joven con capucha, afirma rotundamente: “Tienen que negociar los salarios, todo esto es culpa de Milei. Es un hijo de puta”. La siguiente persona, un maquinista con una camiseta de Boca Juniors, responde: “Claro que es molesto, tardo más de una hora en llegar a casa. Pero Milei debería renunciar. Todo el mundo debería salir a la calle”.

El periodista intenta con cuatro o cinco personas más, pero todas responden lo mismo, así que el locutor del estudio -una vez más, es el portavoz de facto del gobierno, Esteban Trebucq- toma el relevo. “Parece que hoy hay muchos “progres” en el tren”.

Puede ser. O quizas, aunque la marea aún no haya cambiado, las grietas en el dique se están multiplicando.

La sociedad frente a las fuerzas del orden.


La construcción del enemigo interno: los periodistas apuntan, los policías aprietan el gatillo

Así que tiene que ser otra vez los buenos argentinos contra los orcos, como el ex presidente Mauricio Macri se refirió recientemente a los izquierdistas y a las organizaciones sociales. El clasismo y el racismo están cada vez más normalizados. Un adolescente fanático de Milei en la presentación del libro y el concierto del presidente (sí, cantó… no, no lo voy a explicar) afirma rotundamente que “Milei tiene una tarea difícil por delante, pero creo que puede volver a poner de pie este país de negros”. Negros es un termino que en Argentina tiene implicaciones clasistas además de racistas. Utilizado para describir una condición socioeconómica más que un color de piel en sí, es básicamente sinónimo en ciertos sectores de la sociedad con “pobres, vagos, ignorantes”. Es escandaloso decirlo en la televisión nacional, pero el periodista de La Nación+ ni se inmuta.

Cualquiera que se resista de forma activa y organizada se convierte en el enemigo público número uno, la encarnación de los negros, los orcos. Los que se atreven a salir a la calle e incomodar a los argentinos de bien. Los violentos que no ceden su dignidad al 56% de los votantes que según ellos, pidieron esto. Las organizaciones sociales de pobres, desocupados y empleados informales son la encarnación del mal.

En Argentina existe una imprsionante red de solidaridad que protege lo mejor que puede a los más expuestos, olvidados y marginados del capitalismo. A lo largo de décadas de pobreza crónica, desempleo y salarios de miseria, las organizaciones sociales -conocidas como piqueteros, que crecieron esencialmente como respuesta a las políticas neoliberales de la década de 1990- han tejido una red de comedores populares. Se trata de espacios donde cualquiera puede encontrar un plato caliente de comida o, como mínimo, un poco de maté, la bebida tradicional argentina, para acallar los estruendos del hambre en su estómago. Pero también son mucho más que eso.

Un comedor popular.

Muchas veces proporcionan a los jovenes del barrio un espacio donde tienen acceso a actividades culturales gratuitas, de forma parecida a como lo haría un club deportivo de barrio. Un lugar donde los niños pueden sentarse y dibujar o ver un espectáculo gratuito de marionetas, un espacio seguro en barrios donde las calles suelen estar invadidas por la pequeña delincuencia, el capitalismo ilegal y la drogadicción, de los que muchos niños son presa sin las redes de apoyo que proporcionan los comedores populares y las organizaciones sociales.

Por supuesto, si le creemos al gobierno y a los medios de comunicación corporativos, los comedores y las organizaciones sociales son la escoria de la sociedad, delincuentes que han hecho su negocio de sacar provecho económico y político de los pobres. Desde hace semanas, el “Ministerio de Capital Humano” encabeza una campaña de estigmatización amplificada alegremente por la prensa. Alegan que una auditoría gubernamental reveló que aproximadamente la mitad de los comedores no existen en realidad. Que las organizaciones de izquierda y peronistas, que gestionan el acceso a los comedores y los puestos de trabajo subvencionados por el gobierno que existen en ellos, estaban obligando a la gente a asistir a marchas y manifestaciones bajo amenaza de ser expulsados del comedor o de no recibir alimentos. En otros casos, afirman que la ayuda alimentaria entregada por el gobierno se vendía en los barrios en lugar de distribuirse en los comedores. Por último, afirman que los participantes proporcionaban informes de gastos falsos al gobierno para desviar fondos destinados a los comedores a sus propias organizaciones políticas.

Aca es donde se complica la cosa, ya que la derecha está instrumentalizando un grano de verdad.

Hay aproximadamente 35.000 comedores populares en Argentina, que emplean a más de 130.000 personas y alimentan quién sabe a cuántos cientos de miles. Muchos de ellos están dirigidos por las organizaciones de masas de los partidos de izquierda tradicionales -el más grande es el Polo Obrero, el frente de trabajadores desocupados del Partido Obrero trotskista-, otros son extensiones de organizaciones peronistas de izquierda, mientras que otros son realmente independientes, simplemente con base en los barrios. A principios de la década de 2000, los kirchneristas reconocieron que las organizaciones sociales tenían un potencial revolucionario y suponían una amenaza potencial para la gobernabilidad; en respuesta, las incorporaron a un sistema de interdependencia con el Estado. Las organizaciones sociales actúan como intermediarias que proporcionan los planes de trabajo subvencionados de los que dependen muchas personas que no son estrictamente voluntarios en los comedores para subsistir. Del mismo modo, los comedores dependen de la ayuda alimentaria que procede directamente del gobierno federal. Teniendo en cuenta la escala de la red de comedores, las pésimas condiciones en las que muchos de ellos subsisten, la corrupción endémica en Argentina y el clientelismo, la verticalidad y el autoritarismo que impregnan las organizaciones políticas peronistas, nadie debería sorprenderse de que se produzcan casos de abuso, corrupción y extorsión.

Como anarquistas, somos críticos con la dinámica del clientelismo político. Puede parecer ayuda mutua, pero es una herramienta mediante la cual las organizaciones autoritarias -no sólo los elementos corruptos de las mismas- explotan las necesidades de las comunidades pobres para consolidar su propia influencia política y sus beneficios económicos.

Pero la gran mayoría de los comedores son generados y gestionados colectivamente, un baluarte esencial de defensa comunitaria contra las consecuencias del capitalismo en los barrios marginados del país. El gobierno de Milei intenta estigmatizarlos en su conjunto para que sea más fácil aislarlos y atacarlos, cortando los hilos que quedan de la red de seguridad social para crear una sociedad más atomizada.

Trabajadores implicados en una protesta comedor popular. El cartel dice “El hambre no espera”.

Cuando dejen de existir los comedores populares y las organizaciones sociales, la gente buscará escapar de la pobreza y el hambre por otros medios. El gobierno está allanando el camino al canibalismo social y al capitalismo de libre mercado narcoestatal en su forma más pura. El narcoestado acecha.

Colapso Social

Y esto ya está ocurriendo, en ambos frentes.

Rosario, 5 de marzo

Los barrios humildes de Rosario, la tercera ciudad más grande de Argentina, ya están dominados en gran medida por bandas de narcotraficantes rivales. El hecho de que Rosario sea una ciudad portuaria y que sus puertos estén privatizados la convierte en un centro especialmente atractivo para el tráfico de drogas. Muchos jóvenes locales, ante la disyuntiva de elegir entre 12 horas diarias de explotación mal paga o un papel relativamente lucrativo y “glamuroso” como soldaditos de los narcos, eligen esta última opción.

Envalentonado por la línea de “ley y orden” del nuevo gobierno, Pablo Coccocioni, ministro de Seguridad de la provincia en la que se encuentra Rosario, publica una imagen en su cuenta de Instagram el 5 de marzo. Bajo el titular “Cada vez la van a pasar peor”, muestra a decenas de presos alineados en filas, sentados con las piernas cruzadas, descamisados y con la cabeza gacha. Es un calco de las fotos de pandilleros capturados que vemos procedentes de El Salvador de Bukele.

La imagen publicada por el Ministro de Seguridad de Santa Fe, donde se encuentra Rosario.

Sólo cuatro días después, un soldadito narco de quince años entra en una gasolinera y asesina al playero de un disparo en la cabeza, sin mediar palabra. Es el cuarto en una serie de asesinatos aleatorios de trabajadores en Rosario desde que Coccocioni publicó esa imagen. Dos taxistas y un conductor de autobús también han sido asesinados a sangre fría mientras trabajaban. La gente tiene miedo de salir de sus casas.

En retrospectiva, el mismo Bukele había dicho: “Aquella foto fue un grave error; sólo se puede hacer eso cuando las bandas están neutralizadas y se tiene el control de la calle”. Este no es el caso en Rosario, y las consecuencias no afectan a la clase política, ni a la policía o las fuerzas armadas, sino a trabajadores inocentes que siguen con su día a día. Si imaginamos que el gobierno trata realmente de reprimir la actividad de las bandas, el post de Coccocioni fue un error estratégico, pero tales provocaciones crean las condiciones para que los votantes se desplacen aún más a la derecha. Vivimos en una jungla, nos enfrentamos a animales y asesinos, la política de “ley y orden” es la única forma de salir de esta jungla. Aunque, de hecho, las políticas de miseria y el sálvese quien pueda son la causa de la crisis.

Brutalidad del narcoestado. Un soldado narco de quince años ejecuta a un trabajador al azar.

Suburbios del Oeste de Buenos Aires, 26 de mayo

Como innumerables jóvenes argentinos, el músico Manuel López Ledesma trabaja como repartidor de Rappi para llegar a fin de mes. Mientras espera su pedido fuera de una pizzería, es interceptado por dos adolescentes que lo matan al intentar robarle la moto. Este es un ejemplo clásico del tipo de canibalismo social que genera la pobreza.

Al día siguiente, una protesta militante de repartidores de Rappi ante la comisaría local acaba con la quema de cinco vehículos, incluyendo un patrullero. Es una pequeña explosión de ira y furia. Justa, pero también conveniente para quienes quieren fogonear las campañas de ley y orden ante el colapso social.

Los repartidores prendieron fuego un patrullero de la policía en protesta por el asesinato de un compañero.

A medida que aumentan los índices de delincuencia, no son los ricos los que están expuestos. Están protegidos tras muros, por seguridad privada, en barrios cerrados. Viajan en vehículos privados; nunca pisan un autobús o un tren. La gente de los barrios obreros es la que sufre el canibalismo social, la que tiene que preocuparse por ser golpeada o tal vez asesinada por sus teléfonos móviles o mochilas mientras viaja en tren o espera el autobús. Esto sólo profundiza el resentimiento social, allanando el camino para que la gente se vuelva más reaccionaria. Al multiplicarse las luchas obreras y otras formas de resistencia, la escalada del canibalismo social y el narcotráfico sirven para legitimar las estructuras de represión que son esenciales para el proyecto de desregular completamente la economía argentina.

Si vivimos en una jungla, si cualquiera en la calle puede robarme mientras espero el autobús un frío lunes por la mañana, si cada figura encapuchada de la calle puede matarme mientras espero para hacer una entrega por unos pocos pesos, la mayoría de la gente acabará apoyando cualquier medida que las autoridades prometan tomar para ejercer un mayor control. El resultado es una guerra de “ley y orden” contra quienes han sido agrupados como una horda amorfa y aterradora de pequeños delincuentes, asesinos a sangre fría, orcos, sucios izquierdistas y organizaciones sociales corruptas que se aprovechan de los pobres y vulnerables.

A los ojos de una población aterrorizada y de una sociedad diezmada por la propaganda del resentimiento y del individualismo, no hay alternativa.


Solidaridad y Ayuda Mutua frente a la Cultura Emprendedora y el Narco-Estado

Afortunadamente, sigue habiendo gente que lucha por el bien, incluso en medio de este desastre.

Isla Maciel, Cualquier sábado por la mañana

En medio de la “famosa Isla Maciel”, una isla cercana al internacionalmente reconocido barrio de La Boca -notoriamente pobre y peligrosa incluso para los estándares de Buenos Aires- se reúnen un par de docenas de adolescentes. Una mirada más atenta revela que llevan camisetas con el emblema internacionalmente reconocido de las banderas gemelas del antifascismo. L@s chic@s participan en una de las sesiones gratuitas de boxeo que Boxeo Popular organiza en el barrio todos los sábados para los niños y adolescentes de la zona. Boxeo Popular es un proyecto iniciado y dirigido por Acción Antifascista Buenos Aires y el club deportivo y social antifascista La Cultura del Barrio. Laura, una de las fundadoras del proyecto, informa de que “treinta y tres familias participan en el proyecto, a través del cual apoyamos y capacitamos a unos ochenta y cinco jovenes”. El club proporciona a los niños uniformes, equipamiento, un entrenador titulado y una merienda después del entrenamiento.

Boxeo Popular: “Organización de Base. Ayuda Mutua. Generando Alternativas”.

“Entendemos este proyecto, que ya va por su sexto año, en la lógica de la ayuda mutua, no del asistencialismo”, explica Laura. “Nosotros aportamos un marco y una iniciativa, mientras que los jovenes y las familias contribuyen a hacerlo posible cada semana aportando la infraestructura necesaria y participando activamente en su realización.” En cuanto a cómo se define el proyecto: “Es un medio, no un fin en sí mismo. Garantizar el acceso al deporte y a la recreación sin costo, sin prejuicios ni discriminación, a través de actividades físicas, deportivas y lúdicas orientadas a fomentar valores opuestos a toda forma de opresión, sin perder de vista las diferentes situaciones psicosociales de vulnerabilidad que puedan estar viviendo los jóvenes que participan en el proyecto.” Considera que el proyecto es una manifestación concreta de valores con implicaciones mucho más amplias. “Es un medio a través del cual fomentamos el deporte, la organización y la autogestión de la clase trabajadora mediante la ayuda mutua, la participación activa y la educación, reapropiándonos de nuestra fuerza como clase y construyendo colectivamente alternativas reales y espacios de resistencia social.”

Adolescentes participan en una sesión de boxeo en Isla Maciel.

Una sesión de Boxeo Popular

Villa Crespo, Centro de Buenos Aires, Todos los días a las 8 am

La Cultura del Barrio, el único club social y deportivo explícitamente antifascista de América Latina, abre sus puertas por el día. Los primeros participantes que cruzan sus puertas pueden asistir a una clase de entrenamiento físico funcional, yoga, boxeo o Muay Thai. Más tarde, por la noche, pueden asistir a más actividades deportivas, a un recital de hardcore straightedge, a un debate o a cualquiera de las innumerables actividades repartidas por las dos plantas del club. En todos estos actos hay una mezcla de jóvenes y mayores, de todos los géneros, de gente con estetica subcultural y de gente normal del barrio. La cultura política del espacio es explícita: está cubierto de banderas antifascistas y queer, carteles y pegatinas de organizaciones anarquistas de todo el mundo, y una gran pancarta en la que se lee “Contra la violencia del Estado-Autodefensa Popular”.

El club, fundado en 2011 a raíz de Acción Antifascista Buenos Aires, es único en el sentido de que, sin ocultar sus convicciones políticas, se ha convertido en un espacio utilizado por toda la comunidad local, con cientos de socios que pagan cuotas y participan regularmente en sus actividades, aunque nunca se rechaza a nadie por falta de fondos y el club se esfuerza por mantener precios accesibles. Los valores fundamentales del club reflejan las inclinaciones anarquistas y anti-autoritarias de sus integrantes activos: ayuda mutua, organización de base, búsqueda de alternativas fuera de la lógica del beneficio y el capital.

Un recital en La Cultura del Barrio.

Un debate en La Cultura del Barrio.

Las organizaciones sociales, las asambleas barriales, los clubes deportivos de barrio (que el gobierno actual también quiere privatizar), los grupos de apoyo mutuo y solidaridad, los sindicatos de base, y las asambleas barriales son representaciones de nuestro concepto de sociedad. Tal como existen hoy en Argentina, son imperfectos. Esto no es sorprendente, ya que -como todos nosotros- no pueden evitar ser en parte un reflejo de la sociedad de la que surgieron.

Los ataques del Estado y de su prensa pueden disfrazarse de cruzada ética contra la corrupción o los abusos, pero esto no es más que una excusa. Sí, la corrupción y los abusos son endémicos en la sociedad argentina. Pero si ése fuera realmente el problema aca, estaríamos hablando de la necesidad de desmantelar el aparato policial, que es salvajemente corrupto, abusivo y, en muchos barrios, fundamental para organizar la delincuencia y las bandas de narcotraficantes. O estaríamos hablando de la iglesia, con su historia de servilismo a la represión militar y sus numerosos escándalos de abusos a menores. Sin embargo, para sorpresa de nadie, no hay una indignación exasperada dirigida contra esas instituciones.

El Estado ataca por principio a las organizaciones sociales, los sindicatos y los clubes sociales y deportivos de barrio porque son representaciones tangibles y materiales de las relaciones que queremos construir. Queremos crear un contexto en el que las personas puedan interactuar realmente como iguales en pos de sus intereses colectivos, desafiando la lógica del capitalismo neoliberal.

Policía vigilando la entrada a La Cultura del Barrio durante las redadas antianarquistas previas a la cumbre del G20 de 2018.

Nos quieren aislados, atomizados, cada uno con tres trabajos matándonos hasta que nos toque la suerte de llegar a la prosperidad económica, imaginando que podríamos ser millonarios si tan sólo nos levantáramos lo suficientemente temprano y trabajáramos con la suficiente diligencia. Cada voluntario en un comedor popular, cada militante en una organización social, cada trabajador de base en una asamblea en el lugar de trabajo y cada niño que participa en una actividad gratuita en el club de su barrio es un ladrillo en el muro de la resistencia al proyecto capitalista.

Pero asi como la barricada corta la calle pero abre el camino, nuestros proyectos de ayuda mutua y solidaridad son mucho más que actos colectivos de resistencia. También nos permiten experimentar la vida fuera de la lógica del capitalismo. Demuestran que se puede participar en actividades sin tener que gastar dinero, que se puede ser bienvenido en un espacio tradicionalmente machista independientemente de la apariencia o el género, que cualquiera puede reunirse con amig@s y armar una banda u organizar una manifestación. Demuestran que cada uno de nosotros somos mucho más que nuestro poder adquisitivo o de nuestra fuerza de trabajo. En una época en la que un futuro fuera del capitalismo se ha vuelto casi inimaginable, ofrecen atisbos tangibles de un mundo diferente.

Una vista aérea de la multitudinaria marcha en defensa de las universidades públicas en abril de 2024.


Resistencia

A pesar de los acontecimientos del 12 de junio, que ambas partes tienen interés en resaltar, la realidad objetiva actual sigue siendo desalentadora. No hay convergencia de luchas, ni signos de un levantamiento inminente. El movimiento peronista, incluida su ala izquierda, está en gran medida ausente de las calles y las protestas, apostando por dejar que los ultraliberales se estrellen por su cuenta para presentarse una vez más como el único poder gobernante viable. Los grandes sindicatos se niegan a ejecutar un plan de lucha, limitándose a medidas periódicas para negociar a puerta cerrada y protegerse contra cambios en la legislación laboral que disminuirían su influencia. Aunque fue agradable ver a la prensa de derecha llorar por las pérdidas generadas por una huelga general de 24 horas (un recordatorio de quién crea realmente la riqueza), la huelga industrial tradicional sólo puede llevarnos hasta cierto punto en una economía en la que la mitad de la mano de obra está en el sector informal. La izquierda marxista puede ser elogiada por estar presente en las calles y en las luchas, pero su influencia es marginal, tanto cualitativa como cuantitativamente hablando.

La historia no tiende inevitablemente hacia el “progreso”, ni vivimos en una película de Hollywood en la que los buenos ganarán inevitablemente. A medida que avanzan la pobreza y el hambre y los capitalistas atacan el tejido social construido durante las décadas transcurridas desde que fracasó aca el último experimento neoliberal, nos espera una sombría distopía si tienen éxito. Pobreza, aislamiento, explotación extrema y, finalmente, el narcoestado.

La resistencia se agita, y los focos de conflicto surgen cada vez con más fuerza. El 24 de marzo, cientos de miles de personas participaron en la tradicional manifestación en recuerdo del golpe militar, rechazando los esfuerzos de Milei por rehabilitar la memoria de la última dictadura. A finales de abril, cerca de un millón de personas salieron a la calle en defensa de la universidad pública y gratuita. Los sindicatos burocráticos, dirigidos por la Confederación General del Trabajo, han llevado a cabo dos huelgas generales, una de las cuales contó con una considerable participación en los sectores del transporte. En la provincia de Misiones, los trabajadores de la educación llevan casi dos semanas acampados en protesta. La hostilidad hacia los ultraliberales va en aumento, como pudo verse durante el último acto público de Milei en Buenos Aires, el 23 de mayo, cuando la gente atacó a sus partidarios y les robó banderas.

Atentado contra una sede del partido Milei el Primero de Mayo de 2024.

Banderas incautadas a partidarios de Milei durante su aparición en Buenos Aires en mayo de 2024.

Y luego, el 12 de junio…


Una Instantánea Más: 12 de junio de 2024

Son las 10 de la mañana y la Cámara Alta del Congreso está reunida. Hoy es el día de la votación sobre el megapaquete de más de doscientas reformas ultraneoliberales de Milei, y de otra votación sobre si se le conceden facultades extraordinarias.

Decenas de miles de personas han vuelto a movilizarse frente al Congreso. Los sindicatos burocráticos, los partidos y organizaciones peronistas de centroizquierda e izquierda, la poderosa izquierda trotskista y el resto de agrupaciones marxistas, organizaciones sociales, asambleas de barrio y estudiantes1 Los movimientos sociales y el “campo popular” se enfrentan a un congreso completamente atrincherado y defendido por casi tres mil policías. No obstante, un cóctel molotov vuela por los aires y golpea un carro hidrante de la policía. Se puede ver a trabajadores sindicales en lucha cuerpo a cuerpo con la policía. Toda la zona que rodea el congreso estalla en una batalla campal. Los manifestantes vuelcan un vehículo de la prensa y le prenden fuego; utilizan otro como barricada; encienden hogueras y utilizan proyectiles para defenderse de la policía en moto, que dispara gases lacrimógenos y balas de goma.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

No obstante, el paquete se aprueba por 37 votos a favor y 36 en contra, un resultado sólo posible gracias a la traición de dos senadores peronistas, y con la vicepresidenta Victoria Villarruel -una entusiasta de la dictadura- emitiendo el voto de desempate mientras Milei espera para embarcar en un avión con destino a la cumbre del G7. La “Oficina de la Presidencia” emite un comunicado en el que califica a los manifestantes de “terroristas” que intentan “derrocar al gobierno”. Los treinta y cinco detenidos son puestos en prisión preventiva y acusados de “delitos contra los poderes públicos y el orden constitucional”2.

Al reflexionar sobre las escenas de la batalla, mis pensamientos vuelven a finales de mayo, apenas dos semanas antes, cuando Milei pronunciaba un discurso en Estados Unidos mientras vehículos policiales y un cañón de agua vigilaban uno de los depósitos donde se guardaban miles de toneladas de alimentos. Había insistido en sus temas de conversación habituales. “Llegará un momento en que la gente se muera de hambre. Entonces, de alguna manera, se las ingeniarán para no morir. No es necesaria una intervención para resolver la cuestión externa del consumo, porque alguien la resolverá”.

Pienso en su última frase. “¿Crees que la gente es tan estúpida que no hará algo para no morir de hambre en las calles?”. En eso, al menos, él y yo estamos de acuerdo, y no me cabe duda de que decenas de miles de personas que le escucharon pensaron lo mismo. En 2001, ese “algo” fue un levantamiento popular que obligó al presidente a renunciar y huir en helicóptero desde el techo del palacio presidencial.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

Buenos Aires, 12 de junio de 2024.

Aun así, los enfrentamientos del 12 de junio no fueron nada comparados con lo que ocurrió en diciembre de 2001. La realidad es que Milei aún conserva una cantidad significativa de capital social y político. Pero a medida que el proyecto ultraneoliberal hunde aún más a Argentina en la pobreza y el desempleo, el conflicto social sólo puede intensificarse. Nuestros enemigos en el poder son muy conscientes de ello y se están preparando en consecuencia. Nosotros debemos hacer lo mismo si queremos terminar la tarea iniciada en 2001.

Cobertura informativa sensacionalista de los acontecimientos del 12 de junio


Otras lecturas


Un mural pintado por la Unión de Organizaciones Antifascistas en La Plata el Primero de Mayo de 2024.

Manifestantes en marzo de 2024.

  1. Escandalosamente, la Confederación Nacional del Trabajo se movilizó una mañana entre semana sin convocar la huelga general. 

  2. Dieciséis de los detenidos han sido puestos en libertad por falta de pruebas.